domingo, 20 de mayo de 2007

Desear un tiempo suficientemente infinito...

Hoy, al intentar telefonear a una vieja amiga, he sabido que asistía con su familia al teatro: sin pretenderlo, ha conseguido así estar refugiada de la tarde lluviosa… Y yo, casi de un modo similar aunque con otra relación causa efecto…, hoy me encuentro en mi teatro porque no he tenido otra opción que refugiarme de la lluvia….

El pequeño paraíso de hoy domingo, cuyo recorrido tenía ya trazado después de ser catapultado a la realidad al despertar del sueño de levante, era una visita al Retiro, caminando a buen paso por la futura y aún imaginaria vía ciclista…

Supongo que en las otras ocasiones el camino de los cien era lo que le otorgaba toda la magia que se quedaba impresa en mi recuerdo; pero he caído en la cuenta de que esta vez, este año, tal vez, una buena parte de esa magia nace desde antes, en todo el camino previo recorrido y aún por recorrer: Ese largo camino recorrido durante unas pocas semanas por distintos parajes tiene un significado, una vida en sí mismo, un latido que se suma a todo ese sentido que tiene el camino propiamente dicho compuesto por los senderos de los próximos días 9 y 10 de junio.

A pesar de haber vuelto empapado, debido a una repentina y traicionera tromba de agua con viento que me ha hecho tomar la decisión de regresar a casa, aún he confiado en que parte de esa fuerza de la naturaleza se fuese aplacando para, ya más protegido, poder continuar. Pero…¿y por qué querría volver a la lluvia?

Decía un compañero que la lluvia carga el aire de iones con carga positiva, capaces de neutralizar los iones negativos que se acumulaban en nuestro cuerpo, y al liberarse la carga se experimentaba esa sensación de bienestar.

Esta tarde, lo que hice antes de tomar la foto que preside hoy la greyteca, fue pensar apostado frente al ventanal de la terraza… Y pensé en que sin duda sería un gran regalo que parase de llover con tanta energía; entonces tomaría las mountain trail, la capa impermeable y, con ellas, saldría a contemplar las margaritas y las amapolas aún bañadas por la luz y por la atmósfera cargada de humedad… y caminando, me dirigiría a buen paso hacia el cerro para avistar desde allí los nuevos colores, limpios o tiznados por la suave niebla, con los que la tarde lluviosa de esta extraña primavera meteorológica ha salpicado el horizonte y los campos, pintados con una paleta muy distinta de la que suele utilizar el no menos preciado sol de otras tardes cercanas que han parecido mucho más veraniegas…

Pasaba el tiempo y no dejaba de diluviar y, lo que era aún peor: el viento continuaba soplando, manteniéndose recio a rachas… cae la noche y finalmente todo se queda en un simple deseo, ni siquiera una intención…

Quise hoy haber puesto en práctica el arte de caminar para entrenar los cien… quise hacer eso esta tarde durante largo rato y en lugar de ello hoy me veo platicando en el escenario de la greyteca, para esas pocas almas que a la función de hoy asisten… Y no es justo; porque el tiempo debería haber sido lo suficientemente infinito para, sin llegar en ningún momento a dejarme vencer por el agotamiento, haber podido cumplir y hacer ambas cosas cosas…

Y ojalá ayer el tiempo hubiera sido igual de suficientemente infinito allí, a casi trescientos kilómetros… Ojalá la banda de música hubiera seguido tocando desde aquellas escaleras, y las mangueras hubieran seguido regándonos de agua para refrescarnos… Ojalá las luces del histórico castillo hubieran tardado más tiempo en difuminarse en mi memoria… ojalá esos puntos luminosos del firmamento, entre ellos el “contorno pélvico” de la osa mayor que protagonizó mi charla, hubieran sido capaz de permanecer ayer tanto tiempo… tanto como el cuerpo celeste que llevó a los magos al lugar de belén pero…eso tal vez sea un buen tema, un buen argumento, entrañable, para seguir platicando en otra escena.

¿Desearíais estar bajo el agua de la lluvia para preparar mejor un sueño, cuando la contempláis desde el lado interior de la ventana…?

viernes, 11 de mayo de 2007

“Juega pa mayo” Un ayer y un todavía…

Joer…joer… joer… ya son 144 horas durmiendo para intentar recuperar toda aquella energía derrochada por hacer sonar la música del “violonchelo”…

http://es.pg.photos.yahoo.com/ph/sylvieficacion2/slideshow?.dir=/6269re2&.src=ph




Me pregunto qué puede llegar a pensar la gente que vea esas imágenes que pululan por el hiperespacio… aquella gente sencilla doblegada por su curiosidad y que nos conoce sólo de oídas; y la respuesta que alcanzo a adivinar… puede ser muy divertida.

Creo que no puedo decir nada nuevo, aparte de las palabras ya en otros lugares escritas y que por encima he podido llegar a leer en sueños, en este largo sueño en que los instintos le hacen emgerger a uno hacia una realidad del día a día que, otras veces, comúnmente, descojona todos los sueños hasta el punto de hacer que los arrojemos al olvido… los arropa o los oculta tras un tupido manto más oscuro que la propia noche que los gestó…

Me parece casi de ciencia ficción fantástica que el motivo que nos mantenga hechos una piña por unas horas sea un décimo de lotería. Décimo que, además, va y le toca al que menos afortunado se supone que debía ser en el juego…

Me parece casi un cuento de piratas del caribe, que en esa piña exista, como fondo común, un nexo que en lo que a mí respecta se debería suponer lógicamente desaparecido, fagocitado, después de casi cinco años… un nexo que me unía a todos ellos antes incluso de llegar a conocerlos, porque a todos le conocí después de dejar de mantener vivo ese nexo…

Para mí, creía que todo aquello era un ayer; pero aun reina el “todavía”. Todo “ayer” siempre deja un vacío, pero el “todavía”, siempre se encarga de llenar el vacío en la clepsidra del tiempo.

¿Milagro, tal vez?, no lo sé... pocas veces sueño con las terrazas de carabanchel y usera, dejando a mis pies un viejo petate que pone “niubalans”… pocas veces sueño con La Chana de algunos jueves intempestivos, ocasionales, casi a destiempo… casi “periféricos”, y pocas veces, asimismo, soñaré con…

…Madrid, madrugada del domingo, 6 de mayo, 2007
En algún lugar del viejo Chamberí... http://monjajaja.blogspot.com/2007/05/love-is-in-air.html

porque, todos ellos, en sí mismos, casi me parecen sueños.

domingo, 6 de mayo de 2007

La casa de Minerva

Desde hace siglos los grandes genios de la pintura han dado a conocer la furia desatada de la diosa mitológica romana de la sabiduría y las artes: Minerva mantuvo un reto con Aracne en el arte del tejer; elaboraron un tapiz cada una de ellas… y cuando Minerva observó a su rival terminar un tapiz perfecto en el que Europa aparecía seducida por un ultrajado Júpiter –dios padre de Minerva-, Aracne fue golpeada por ésta. La tejedora Aracne continúo sus días tejiendo, pero convertida en araña...



No hace mucho tuve la suerte de visitar en su casa otra Minerva, aunque distinta de la mitológica hilandera: era una Minerva con gran dulzura, y una buena sensibilidad por la sabiduría y las artes; el gran reto en estos últimos años ha sido su propia superación. Un día se interesó por las leyes de la naturaleza, tal vez influenciada por un Júpiter que era un gran conocedor de las mismas… y estudió las leyes de la gravitación, de la electricidad y todo lo infinitamente grande y lo infinitamente menudo que compone la materia y la energía.

Esa noche Minerva había reunido a un grupo de contertulios habituales para experimentar en el arte y la sabiduría de los sabores… llegó incluso a invitar casualmente a un sabio en mezclas maestras de líquidos de todos los colores y sabores, a los que añadía hielo y cautivaba nuestros paladares…yo era nuevo allí, en ese lugar.

Cuando tomé asiento en un lugar privilegiado de su salón, ella comenzó a hablar sobre los secretos que había tras cada uno de los detalles que colgaban de las paredes o decoraban cada rincón.

Sus cuadros eran regalos especiales… algunos especialmente dedicados a ella… alguna foto cinematográfica… lienzos exquisitamente cuidados, cada uno con un detalle especial y único.

Conocer ese mundo que rodeaba a toda esa decoración fue para este humilde espectador una vivencia sorprendente: Minerva estaba logrando reunir un conjunto de tesoros de un valor que iba mucho más allá del mero valor intrínseco.

Impresionado por el contenido de la casa de Minerva, y sabiendo que la mía no se hallaba muy lejos de allí, decidí permanecer unos minutos más disfrutando de su pequeño paraíso y tomé alguno te los manjares que ella había preparado y colocado sobre la mesa del salón. Los demás se habían ido marchando poco a poco. Aún las músicas vertían suaves sonidos en el ambiente…

Y, por otro lado, aún había más: cuando ella tomó asiento fue revelando… que además, detrás de cada cuadro, cada orificio en la pared para poder colgarlo, había sido hecho por ella, … detrás de cada uno de ellos y de cada mando que permitía iluminar cada rincón de esa morada había un ejercicio de paciencia, de aprendizaje, de ilusión por tener un lugar donde vivir… los primeros pasos dentro te su propia casa habían sido muy duros de sobrellevar; pero ella colocó su ilusión por encima de todas las demás cosas para así poder afrontar cualquier sacrificio, cualquier contratiempo, cualquier carencia…

Minerva describía cada una de esos logros con dulzura y con un profundo gesto… sus palabras poco a poco iban pasando, de ser moduladas por la emoción, a serlo por el cansancio, no en vano, hacía ya largo rato que la reina luna había tomado su asiento en lo más alto del cielo.

Al marcharme, confié a Minerva la llave de la greyteca, esa misma llave que vosotros poseéis, para que cuando ella quiera, alguna vez, pueda abrir sus puertas, curiosear y tomar de ella los volúmenes que a ella le plazca hojear… tal vez pueda ella atesorar allí alguna línea extraída o imagen extraída de entre sus páginas…
Cuando salí al exterior de su extenso jardín aún quedaba tiempo para que asomasen las primeras luces de un nuevo día…

viernes, 4 de mayo de 2007

La sombra de don perfecto

A pesar de que ya no quedaba ningún foco de luz en el escenario, y que las candilejas de mi camerino permanecían apagadas desde hacía rato sin saber cómo iluminarlas de nuevo, caminando junto a los biombos del guardarropa me encontré con mi sombra.

Estaba allí, con los brazos en jarra, y a pesar de que era una sombra, fui capaz de adivinar la forma de su ceño fruncido… sin lugar a dudas me estaba esperando, después de un silencio alterado por el tic-tac del carillón, y me esperaba para dirigirme una soberana reprimenda.

Mi táctica del silencio expectante, al contrario que en otras ocasiones, esta vez sí que dio resultado, y tras unos segundos en que mi mirada lanzaba un órdago a la sombría mirada de mi propia sombra… por fín se rompió el silencio del tic-tac:

- grey… eres un capullo.




Es evidente que es una frase que no invita mucho al diálogo que digamos… así que amenacé a mi sombrío espectro con el órdago de un nuevo silencio:

- un perfecto capullo, grey; sí, eso es lo que eres… nada más.

Cada vez entendía menos el derrotero por el cual mi sombra me quería llevar…

- no te hagas el loco, grey: sabes muy bien que sientescomo si echaras en falta algo, no sólo hoy, sino ayer y antesdeayer: tu vida es un continuo “algo no marcha”,

Mi sombra no me dio tiempo ni a replicar:
- Te niegas a reconocer que la culpa es sólo tuya.
Con esa frase mi sombra me dejó sujetándome la mandíbula para evitar que las palabras, ya sin fuerza, cayesen desde mi boca directamente al suelo …

Mi sombra me invitó a sentarme, pero yo me puse a caminar dejándola atrás…
Mi sombra debió comprender que a lo mejor yo podía tener la culpa de muchas cosas, pero de lo que no tenía la culpa es que yo no lograra entender nada.

Se levantó y me siguió: en un tono más sosegado, me susurró:
- ¿Lo ves?
- ¿qué he de ver? O mejor dicho ¿qué es lo que veo y no sé de qué me hablas?- repliqué al mismo tiempo que yo ya empezaba a comprender que mi sombra quería darme la clave de muchas cosas…
- Tu propia medicina: grey… has tomado una cucharada de tu propio jarabe: tu severidad: has tomado una amarga cucharada y ¿cómo has reaccionado? Pues como era de esperar: te has alejado de mí… confundido.

Contuve la respiración, pero a los pocos segundos, inspiré profundamente para expulsar todo el aire de mi interior: mi propia sombra me tenía cogido por los huevos… y yo, lo mejor que podía hacer era calmarme.

- ¿Nunca te has parado a pensar – me preguntó mi sombra- por qué las gradas del teatro se han quedado vacías mientras tu personaje, encarnado por ti mismo… pronunciaba las frases más bellas de tu papel? …

Una lágrima que llevaba años asomando en mi ojo derecho sin poder escapar, empezó entonces a desquebrajar mi cristalino…

- ¿Por qué? ¿por qué ya nadie quiere venir conmigo a subir montañas? ¡si es lo más bello del mundo! Yo insisto en que cuando vengan conmigo los caminos serán más fáciles y más cortos que los que yo acostumbro a recorrer…

La sombra me respondió:
- no es por la dificultad de esos caminos… es por lo pesado que resulta que se vean obligados a ver con tus ojos, a sorprenderse de todo lo que tú pones en las montañas cuando, no es obligado para ningún mortal que ponga su espíritu por encima de las cumbres, del modo que lo haces tú…

Pensativo, esquivé su oscura mirada.

- ¿Y crees –añadió la sombra - que negándote a practicar los caminos de tus semejantes vas a traerles a recorrer los tuyos?

- Pero es que –respondí- ni siquiera quieren ya que les ayude a recorrer los suyos.

- ¡lógico! - volvió a apuntar la sombra ¿a quién le gustaba oirte insistiendo con enfado que tenían que correr miles a 4:05 en lugar de a 4 y descansar un minuto en vez de un minuto y medio?
- ¿acaso no tenía yo razón? – dije alzándome frente a mi sombra…
- sí, la tenías, -me respondió- pero tu insistencia te la quitaba. Mira, grey: tenías un exagerado sentido de la perfección con los que se hacían llamar “los tuyos”…tenías tanto empeño en que todo lo que hicieran bajo tu batuta fuera de una intachable rectitud, que cualquier observación que les hacías… lo hacías en un tono que inmediatamente era interpretado como una reprimenda, créeme grey, eso cansa… hasta a una sombra.

Pensé durante unos segundos y dije a mi sombra algo cuya respuesta me gustaría oir…
- Pero… nunca fuí así de insistente con las damas… fui delicado como si tomara en mis manos una flor… ¿por qué todas dejaron de mostrarme sus pétalos de repente?

La sombra pareció buscar en su pensamiento, y después dijo:
- Porque los pétalos de una flor son muy delicados… pueden aunque los movimientos de tus manos sean medidos con delicadeza… pero no les gusta que un día te muestres insensible ante el perfume que emana de su interior. Su perfume es la forma de expresar lo que sienten y, si por tu empeño en asir perfectamente sus pétalos ignoras dicho perfume… entonces dejan caer sus pétalos sin más.


Comprendí cada uno de esos tres ejemplos y además, durante un minuto de silencio en el que el sonido del tic-tac volvió a apoderarse de mi camerino, llegué a comprender que había otros tres millares de ejemplos en los que mi comportamiento, mi perfección como regla transferible a mis semejantes, me habían llevado a la más infrahumana del las situaciones posibles: a la soledad.

- Es demasiado alto el precio de mi error… no entiendo por qué el mundo es tan imperfecto… – Esto fue lo único que supe decir a mi sombra.

- ¿Lo ves…? -dijo mi sombra-:¿Por qué entonces pretendes ser tú aún más perfecto que el propio mundo…? ¡Si sabes que por naturaleza eso es imposible!

- ¿Podré, al menos, alguna vez recuperar esas flores… cuyos pétalos he roto?

- Las flores – me respondió- son lo que son porque son un regalo de la vida… nunca florecen porque tú se lo pidas: sólo florecen por sí solas, espontáneamente, nunca se les ha de pedir que florezcan y mucho menos, que renazcan… sólo depende de ellas.

El tic-tac se hizo más lento de repente; las luces del camerino se iluminaron, y mi sombra entonces desapareció… tal vez, según pensé, marchó al escenario a encender de nuevo los focos. Limpié mi rostro e inspiré profundamente para despejar mi nariz: tal vez pronto iba a necesitar estar despejado para poder percibir el perfume de una flor de pétalos renovados…, aquella que más despedazada terminó por culpa de mi "perfecta" insensibilidad.

Gracias por volver a mi teatro, los que habéis vuelto.

jueves, 3 de mayo de 2007

Entre dos estaciones de vuelta hacia el otoño.


Son las mismas estaciones pero, hace dos semanas, daba la impresión de tratarse de un puente entre la primavera y el verano. Pero últimamente el camino de las estaciones se ha vuelto demasiado serpenteante… vuelvo a abrigarme; vuelvo a equivocarme al haber pensado, tal vez con exceso de confianza, que me había hecho amigo del sol, y ahora en cambio me encuentro, jornada tras jornada, pactando una tregua con la diosa de las nubes o sometiéndome a su férrea voluntad; o tal vez -quién sabe-… a su castigo por ser yo a veces tan “bocazas” por naturaleza.



No obstante, cuando el cielo juega a exhibir sus 256 tonos de grises, la impresora de la faz de la tierra suele dejar lucir por sorpresa sus dieciséis millones de verdes colores. Y con esta máxima como aliciente, esta tarde me he calzado las “montrail” y he desdoblado la capa de agua, he cargado pilas nuevas en el frontal –que no iba a necesitar en principio, pero nunca se sabe; “hombre precavido, sin frontal queda vendido“- y me he dirigido de nuevo a la tierra del tránsito entre las estaciones para contemplar los colores de la lluvia sobre la faz de la tierra.

Las cigüeñas, una detrás de otra, parecían jugar a la práctica del parapente desde arriba hacia el llano, perdiéndose en la lejanía… los caminos a veces eran de auténtico chapapote de yeso en el que se hacía algo difícil pisar con firmeza y sin resbalar… algunos regueros de agua corrían serpenteando de lado a lado del sendero… las margaritas y la amapolas ensayaban la danza del mes florido luciendo ya sus mejores galas y trajes multicolor de chulapas de verbena…

Desde la misma atalaya geodésica, el panorama bajo la lluvia es bien distinto al del reinado del sol: las atrevidas rocas que en la lejanía se asoman al vacío arrojan otras sombras y colores, distintos ellos… incluso a veces una caprichosa niebla desciende para envolverlas en su seno, dejando ver, unos perfiles oscuros, mágicos, contraluces, verdes difuminados…

Esta vez fui más lejos: caminé entre pinos y llegué hasta la ermita, desde la cual saludé al parsimonioso río y… volviendo por cotas más bajas contemplé el otro color desconocido de las lagunas: el color de la tarde que, bajo la ausencia del sol, no era sino el blanco del cielo reflejado sobre sus aguas…

Vi la verja del recinto abierta de par en par… no pude evitar la tentación de perder unos minutos dejándome envolver por su para mí desconocido interior… me pareció un sueño el mirar el reloj y ver cómo, al igual que en muchos sueños, iba a anochecer sin que pudiera decir a nadie que aún tenía un largo camino para volver a casa.

Caminar por el resbaladizo y estrecho sendero que se alza sobre las aguas del río, hoy teñidas de fina arcilla, no dejaba de entrañar cierto peligro; además, por el cansancio ya acumulado tras tres horas y media de caminata, opté por no arriesgar lo más mínimo y subí para, en cambio, contemplar una fila de enormes formas sobre la faz la tierra, cubiertas de verde y de nubes, antes de iniciar el definitivo camino de regreso. Quise estar acompañado por todas esas almas aventureras que conozco en esos momentos. La noche iba a caer en menos de una hora, y la lluvia empezó a arreciar así que me coloqué la capucha y me apresuré… cuando volví a la cota geodésica, una gran porción del cielo sobre mi cabeza, casi de repente se tornó azul, mientras al mirar hacia levante podía contemplar, bajo nubes oscuras, visibles mantas de agua aún cayendo sobre los llanos de la lejanía… Hacia poniente, en cambio, unos rayos de sol que jugaban entre nubes de algodón, altísimas, majestuosas, lejanas… No sé si era señal de algo… ¿era tal vez una evidente fuerza sobrenatural, una divinidad, manifestándose? ¿Era una invitación hacia un remanso de paz en mi espíritu…?

Cogí unas ramas de tomillo que estaban a un lado del camino para obsequiárselas a mi madre y las coloqué envueltas en la gorra que me había estado protegiendo de las aguas de la lluvia… desde hacía un rato las luces artificiales ya se iluminaban en las moradas o en los nichos de la tecnología humana, algunas de ellas se miraban en el espejo de las aguas… cuando llegué al aparcamiento allí estaba mi viejo kadett rojo, solitario, paciente… las aguas también habían venido a visitarle en mi ausencia; han sido casi cinco horas…

Será estupendo que pudiera sobreponerme, con el tiempo, a estos ligeros dolores de pies que tan salvaje caminata deja como testimonio inevitable. De ese modo estaré dispuesto a pactar con el frío, el calor, y más aún… con la tierra, el aire, el viento y el fuego…