El pequeño paraíso de hoy domingo, cuyo recorrido tenía ya trazado después de ser catapultado a la realidad al despertar del sueño de levante, era una visita al Retiro, caminando a buen paso por la futura y aún imaginaria vía ciclista…
Supongo que en las otras ocasiones el camino de los cien era lo que le otorgaba toda la magia que se quedaba impresa en mi recuerdo; pero he caído en la cuenta de que esta vez, este año, tal vez, una buena parte de esa magia nace desde antes, en todo el camino previo recorrido y aún por recorrer: Ese largo camino recorrido durante unas pocas semanas por distintos parajes tiene un significado, una vida en sí mismo, un latido que se suma a todo ese sentido que tiene el camino propiamente dicho compuesto por los senderos de los próximos días 9 y 10 de junio.
A pesar de haber vuelto empapado, debido a una repentina y traicionera tromba de agua con viento que me ha hecho tomar la decisión de regresar a casa, aún he confiado en que parte de esa fuerza de la naturaleza se fuese aplacando para, ya más protegido, poder continuar. Pero…¿y por qué querría volver a la lluvia?
Decía un compañero que la lluvia carga el aire de iones con carga positiva, capaces de neutralizar los iones negativos que se acumulaban en nuestro cuerpo, y al liberarse la carga se experimentaba esa sensación de bienestar.
Esta tarde, lo que hice antes de tomar la foto que preside hoy la greyteca, fue pensar apostado frente al ventanal de la terraza… Y pensé en que sin duda sería un gran regalo que parase de llover con tanta energía; entonces tomaría las mountain trail, la capa impermeable y, con ellas, saldría a contemplar las margaritas y las amapolas aún bañadas por la luz y por la atmósfera cargada de humedad… y caminando, me dirigiría a buen paso hacia el cerro para avistar desde allí los nuevos colores, limpios o tiznados por la suave niebla, con los que la tarde lluviosa de esta extraña primavera meteorológica ha salpicado el horizonte y los campos, pintados con una paleta muy distinta de la que suele utilizar el no menos preciado sol de otras tardes cercanas que han parecido mucho más veraniegas…
Pasaba el tiempo y no dejaba de diluviar y, lo que era aún peor: el viento continuaba soplando, manteniéndose recio a rachas… cae la noche y finalmente todo se queda en un simple deseo, ni siquiera una intención…
Quise hoy haber puesto en práctica el arte de caminar para entrenar los cien… quise hacer eso esta tarde durante largo rato y en lugar de ello hoy me veo platicando en el escenario de la greyteca, para esas pocas almas que a la función de hoy asisten… Y no es justo; porque el tiempo debería haber sido lo suficientemente infinito para, sin llegar en ningún momento a dejarme vencer por el agotamiento, haber podido cumplir y hacer ambas cosas cosas…
Y ojalá ayer el tiempo hubiera sido igual de suficientemente infinito allí, a casi trescientos kilómetros… Ojalá la banda de música hubiera seguido tocando desde aquellas escaleras, y las mangueras hubieran seguido regándonos de agua para refrescarnos… Ojalá las luces del histórico castillo hubieran tardado más tiempo en difuminarse en mi memoria… ojalá esos puntos luminosos del firmamento, entre ellos el “contorno pélvico” de la osa mayor que protagonizó mi charla, hubieran sido capaz de permanecer ayer tanto tiempo… tanto como el cuerpo celeste que llevó a los magos al lugar de belén pero…eso tal vez sea un buen tema, un buen argumento, entrañable, para seguir platicando en otra escena.
¿Desearíais estar bajo el agua de la lluvia para preparar mejor un sueño, cuando la contempláis desde el lado interior de la ventana…?