martes, 17 de abril de 2007

Entre dos estaciones cercanas



Son dos estaciones las que marcan el principio y el fin de ese camino. Estaciones tales como la primavera y el verano… tan próximas y en ciertos momentos tan confusas; tan poco delimitadas, tan simbióticas entre sí… capaces de tomar cada una un poco de la otra en ese singular juego de fríos y calores, colores… ese baile de sensaciones que tanto confunde a todos los seres vivos, súbditos de cualquiera de los dos reinos en la naturaleza.





Los caminos que unen ambas estaciones y que se adentran en el silencio y la inmensidad son mucho más largos que los trazados por la cuidadosa cartografía de un ingeniero. Son caminos caprichosos, que se desvían para poder asomarse desde la altura hacia los cursos fluviales, parsimoniosos en la lejanía, y a sus amplias llanuras al ser paso a paso conquistada una privilegiada atalaya natural.

Apenas un árbol, y cuando lo divisas, es tan pequeño… su encantadora miniatura es el perfecto compañero de esa diminuta maqueta de tren de vapor que bufa a su paso… y esos lejanos caminos de hierro se presentan ante tu vista tan pequeños que apenas puedes explicarte cómo son capaces de llegar aún más lejos…

Uno llega a responder a la pregunta:”¿dónde?”, con un decidido y definitivo “¿qué más da…?” Y en efecto…al final rara vez llega a importar tanto la situación de esos lugares… o tal vez sólo importa cuando uno se siente atraído por los colores y formas del infinito grabados en su memoria, tentado por la dulce idea de volver a recorrerlos. Es más… los nombres, aún satisfaciendo la curiosidad del que los lee o los oye, no son sino un conjunto de fonemas que en contadas ocasiones logran ser grabados en la mente, de modo que generalmente caen en el abismo del olvido.

La vista, adonde quiera qu se dirija, siempre apunta a lo lejos. Las nubes dejan inmensas sombras que juegan a amenazar a la tierra, engañándola al privarla por unos momentos de esos benditos rayos de sol…
Y el color, cualquier color, se extiende como si del dueño de un inmenso óleo re tratase. El viento, aunque sople con fuerza, deja inmóviles los objetos en la lejanía. Y su fuerza por momentos se amotina con vigor contra el reinado del silencio, sin llegar a derrocarlo.

Todo es posible en esos caminos… hasta incluso compartir los últimos síntomas de una bronquitis con una buena sobredosis de rayos solares en forma de eritemas en la piel. El camino entre esas dos estaciones es así de traicionero: durante meses, nunca quema el sol hasta que, un día… quema.


Todo es posible al sentir esos caminos… todo salvo dejar que fluyan palabras suficientes cuando vuelves al asfalto, cuando sólo queda en la mente lo grabado en la retina. Nunca se llega a encontrar una canción: nunca letras; sólo sonidos, como contraste del recuerdo de ese silencio.

3 comentarios:

krismaran dijo...

Esas fotos son desde la zona del Cristo de Rivas, con las vistas del Jarama, ¿no?.

Durante bastantes años ibamos por allí cuando montábamos en bici.

Un abrazo.

Syl dijo...

Qué bonitas fotos!!...(la pena es que imagino que habrán sido con el móvil, porque sale todo ahí como un poco difuminao)...la última, es preciosa.

Para describir un paisaje quizá pueda haber palabras suficientes, pero para lo que uno siente en ellos, no.
Aún así, tú los describes como nadie.

Besitos.

Manuel dijo...

krisma, "entre dos estaciones", era un juego semántico: me refería a [...]urbanizaciones y [...]vaciamadrid. Cuando quieras te vienes a acompañarme, y así te entrenas para el viacrucis ese de 24 horas de junio que vas a celebrar junto con la superiora.

syl. con móvil no salen tan bien... aún siendo penosas... El problema es que esto del "blogoogle" y sus formatos no los tengo yo muy dominaos... hasta me han salido cuadradas.

La última foto, en verdad, se queda corta con respecto a la panorámica real; y mil gracias por tu valioso reconocimiento... con palabras de regalo como las tuyas es imposible caer en la tentación de deshacer caminos ya en buena parte recorridos.